sábado, 12 de diciembre de 2009

El poder de las palabras


Una palabra irresponsable: puede encender discordias y fuegos difíciles de apagar…
Una palabra cruel: puede arruinar y derribar todo lo que se había edificado en una vida… Una palabra de resentimiento: puede matar a un apersona, como si le claváramos un cuchillo en el corazón... Una palabra brutal: puede herir y hasta destruir la autoestima y la dignidad de una persona… Una palabra amable: puede suavizar las cosas y modificar la actitud de otros… Una palabra alegre: puede cambiar totalmente la fragancia y los colores de nuestro día…
Una palabra oportuna: puede aliviar la carga y traer luz a nuestra vida…
Una palabra de amor: puede sanar el corazón herido. Porque las palabras tienen vida. Son capaces de bendecir o maldecir, de edificar o derribar, de animar o abatir, de transmitir vida o muerte, de perdonar o condenar, de empujar al éxito o al fracaso, de aceptar o rechazar...¿Cómo hablamos a los demás? ¿Qué les transmiten nuestras palabras?¿Qué me digo a mí mismo? ¿Hacia dónde me conduce mi dialogo interno? Jesús dijo: “Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado” Mateo 12:36-37

A propósito de Jesús


Jesús nació en una aldea insignificante…Creció en un barrio sencillo y humilde...Trabajó hasta los treinta años en una carpintería...No fue a la universidad...Nunca tuvo un puesto de importancia...Nunca escribió un libro...Nunca puso sus pies en lo que consideraríamos una gran ciudad...Nunca viajó a más de trescientos kilómetros de su ciudad natal...No formó una familia...No hizo ninguna de las cosas que generalmente hacen los grandes personajes...Durante tres años fue predicador ambulante...No tuvo más credenciales que su propia persona...La opinión popular se puso en contra suya...Sus amigos huyeron...Uno de ellos incluso lo traicionó...Fue entregado a sus enemigos...Tuvo que soportar la farsa de un proceso judicial...Lo asesinaron clavándolo en una cruz, entre dos ladrones...Mientras agonizaba, los encargados de su ejecución se disputaron la única cosa que tenía en propiedad: una túnica...Lo sepultaron en una tumba prestada, gracias a la compasión de un amigo...Según las normas sociales y humanas, su vida fue un fracaso total...Pero han pasado más de veinte siglos y hoy continua siendo la pieza central de la historia humana.
No es exagerado decir que aunque pusiéramos juntos todos los ejércitos, gobiernos, sabios, parlamentos, reyes o autoridades de todos los tiempos, no serian capaces de afectar tan poderosamente la existencia del ser humano sobre la tierra, como lo ha hecho la sencilla vida de Jesús...